La Revolución Cubana y el Boom, los íconos de América Latina en los sesentas.
Sin duda alguna, en los años sesenta, América Latina se hizo visible en el plano internacional por dos factores que cambiaron el rumbo de aquel entonces; la Revolución Cubana encabezada por Fidel Castro, y el Boom Latinoamericano que surgió como un “accidente histórico” encabezado por Vargas Llosa (quien lo define así), Cortázar, Fuentes y García Márquez; sin olvidar la nueva generación en la que encontramos a Borges, Carpentier, Vallejo y Neruda a criterio de Gerald Martin.

El Boom latinoamericano, por su parte y como ícono que caracteriza a América Latina, goza de una extraña existencia polémica que no cuadra en las verdaderas controversiales porque nadie quiere atribuirle su definición, solo queda constancia de rumores y escaramuzas impulsadas por detractores de los regímenes de turno en los países de Latinoamérica; así, la historia los presenta como detractores aterrados ante la amenaza de ser excluidos de la lista de honor que contenía los nombres dignos de figurar como los precursores de la nueva novela, así es como se inventó el Boom para José Donoso. A pesar de haber sido catalogado como ficticio, es innegable el hecho que por circunstancias histórico-culturales este fenómeno ha recibido atención internacional y de una u otra forma, se ha logrado transmitir el mensaje que la nueva novela pretendía desperdigar al mundo: la realidad de Latinoamérica.
El Boom Latinoamericano, real o ficticio, valioso o negligible, es una creación de la histeria, de la envidia y de la paranoia (DONOSO); y toma tal presencia que los portadores de esta literatura por primera vez fueron partícipes de la publicación de sus novelas a nivel internacional. El boom se propaga, según explica Gerald Martin, en la clase media a quien los escritores representaban de muchas maneras. Así, el mundo enfocó su atención en la nueva literatura que surge en Latinoamérica en los años sesenta que representa, según un sector doctrinario, una ficción de la imagen que vivían tanto los escritores como el pueblo al que personificaban, y según el sector contrario, una canalización de vivencias humanistas y socio-culturales a través de la literatura.
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